jueves, 9 de mayo de 2013

SOBRE EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA DE MI LIBRO Y LLEGÓ A MI CASA


Una amiga que me visitó hace un par de semanas trajo en su maleta el peso de un regalo que siempre aprecio y que llegó para aumentar el tesoro de mi casa: un libro. “El abuelo que saltó por la ventana y se largó” (http://www.salamandra.info/fitxa.php?titol=762escrito por el sueco Jonas Jonasson, sobre la vida y aventuras de un anciano llamado Allan Karlsson que cumple 100 años.  En un inicio despertó en mí suspicacias por su  título y por su fama de best-seller, prejuicios que se fueron desvaneciendo con cada línea que pasaba.

En el futuro, va ser totalmente inevitable que yo piense que Allan está involucrado en esas noticias absurdas que aparecen en los medios de comunicación, como la que leí el fin de semana pasado en el Facebook y que gira sobre el requerimiento que Rusia hace al Presidente Obama para que hable al mundo sobre los extraterrestres;  los rusos puntualizan que, si no lo hace pronto,  ellos hablarán!   Ustedes que me leen pensarán que yo me acabo de inventar este absurdo y lamento desilusionarles diciéndoles que lamentablemente no tengo la imaginación prodigiosa de Jonasson; aquí está la fuente de la noticia: http://revoluciontrespuntocero.com/pulsociudadano/rusia-pide-a-obama-hablale-al-mundo-sobre-los-extraterrestres-o-lo-haremos-nosotros/.

Jonasson en silencio aparece en el texto dándonos pistas de cómo escribió su libro; en el final de la página 380 dice: “Mezclaban la ficción con realidad de manera tal que dicha información fuese, a ojos estadounidenses, tan creíble como alentadora.”  En la página 117 menciona: “.. la anécdota que explicaba cómo habían empezado a tutearse él y el general  Franco resultaba tan inverosímil  y disparatada que era casi imposible que se la hubiera inventado.”  La clave en la construcción de la novela está anclada en palabras como disparate, inverosímil, absurdo, ridículo; podría pensarse que la novela me servirá solo para tirarla directamente al basurero.  Lo sorprendente es que logra un efecto totalmente diferente acumulando tantos desatinos y necedades que construyen un texto que difícilmente olvidaré.

Con su humor nórdico, Jonasson logra el milagro de exponer el esqueleto de la historia del siglo XX  como una cadena disparatada de eventos que desangraron al mundo.  Y ese es el mérito más grande del autor: desnudar a la historia y cuestionar la insensatez humana exponiendo la ridiculez de los huesos de un mundo dominado por egos que luchan por tener siempre la razón y alcanzar más poder.  Como se menciona casi al final de la novela, nadie está libre de culpa. Mi lectura es que no hay líder mundial que se salve de aparecer como un ser totalmente estúpido.

Mientras Jonasson cuenta la historia, denuncia a la vez así como de refilón, como quien no dice nada, muchas veces a través de los diálogos que suenan a cantinfladas y desvaríos, la realidad actual de la fría y civilizada Europa, invadida de escándalos por la comercialización de productos que evaden las normas y controles sanitarios, por la alta inmigración, la intolerancia, la crisis económica, las mafias, el poder del dinero pero sobre todo la soledad de su gente. Entre los personajes encontramos a Sonja, una elefanta extranjera, condición que la convierte en un ser sin valor en las sociedades de este planeta, no solo en las europeas.

Jonasson no se olvida de poner en el paredón de los despropósitos a países en vías de desarrollo usando a Indonesia como protagonista, país en el que se mueven personajes que perfectamente pueden ser encontrados nadando en el escenario político latinoamericano afianzados en el poder del dinero y de la corrupción.

La filosofía de vida del anciano Allan se basa en que “nada dura eternamente con excepción de la estupidez generalizada”, que “las cosas son como son y así seguirán siendo”,  que “la armonía suprema se hallaba en una tumbona a la sombra de un parasol en un país de clima soleado y cálido donde te sirvieran bebidas de todo tipo” y en que la abstinencia al alcohol es un enemigo de la humanidad.  Este antihéroe se quedará en mi memoria por dejarse llevar por el destino sin preocupaciones mayores,  con positivismo y sin sufrir por cuestionamientos innecesarios.

En mi futuro, cada vez que me atormenten los problemas y las angustias voy a recordar a Allan y estoy segura de que mi pecho se aflojará de la tensión.  Cada vez que me tome un traguito, pensaré y brindaré por Allan y por la pluma de Jonasson que me regaló la bendición de la risa.  Y cuando la vejez me obligue a tomar de la mano a mi prójimo “por cuestiones del equilibrio”, pensaré siempre en Allan y evitaré a toda costa las reglas, las estructuras y la gente que me quiten las ganas de vivir.

Falmer, 7 de mayo del 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario