miércoles, 29 de mayo de 2013

INTERRUPCIONES


Sentada en mi sofá dejaba que las palabras se deslizaran en mi mente, llegando así al inicio de la página 101 de la novela de Steinbeck “De hombres y ratones”:  ‘Ahora la luz se levantaba mientras el sol descendía, y sus rayos trepaban la pared…’

Curiosamente noto que el texto y yo hemos llegado al mismo momento en el día.  Los rayos de sol que entraban por mi ventana interrumpieron mi lectura y le dieron a mi mente la excusa de volar hacia pensamientos sobre todo y sobre nada.  Siempre me ha maravillado la forma en la que mi mente funciona y cómo ha batallado conmigo en el control de lo que sucede en mi cerebro. Sé que mi mente es una “Ella” porque es capaz de hacer varias cosas a la vez y porque siempre está en movimiento.  Ella, con su eterna versatilidad de bailarina me llevó de un absurdo al otro, saltando el océano y llevándome a ese otro continente, en donde se hundió en una profunda preocupación enviando al mismo tiempo mensajes a mi corazón para que alterara su latido, ése que hasta hace poco, estuvo palpitando suavemente acunado en el vaivén de las páginas del libro.

Intento con todas mis fuerzas callar sus esfuerzos y regresar a mi libro. Leo dos o tres líneas y levanto mis ojos para ver los tonos naranjas del día bostezando. Me imagino a mí misma en la playa mirando directamente al atardecer posando su manto sobre el mar.  El mar, ese amigo que cada día es diferente y bello en su eterna transformación.  Noto que el mar es masculino para mí. Tal vez por su carácter y su fuerza.

Vuelvo a posar mis ojos en mi libro y continúo hasta que encuentro una palabra que me tira hacia un recuerdo enterrado en el pasado. Un recuerdo que estaba escondido en el fondo de mi subconsciente y que fue cubierto por el polvo de los años.  No me gusta encontrar viejas memorias; pueden ser dolorosas o pueden devolverme a la certeza de que yo solía tener una vida, una en la que ya no soy capaz de reconocerme.  A veces, cuando hablo con mi familia me sucede que no reconozco ciertos fragmentos de la historia que compartimos. ¿Tal vez mi mente en ese instante dejó mi cuerpo vacío para viajar a otro lugar que también he olvidado?

Me reprendo a mí misma y regreso a la lectura y mi mente de repente me dice que es mi libro el culpable de mi falta de concentración; no me está atrapando, me está aburriendo. Noto que ella ha vuelto a hablar reiniciando la batalla y siento una molestia creciente como la noche.  Pienso que tal vez es necesario que empiece a practicar la disciplina de la meditación para aprender a callarla.  Regreso a mi libro….

Falmer, 8 de diciembre de 2011

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