Anoche se
me ocurrió la buena idea de leer cada semana por lo menos un par de cuentos
infantiles. Elegí empezar con “El cofre volador” de Hans Christian Andersen que
tiene un argumento sencillo: El hijo de
un mercader rico recibe como herencia la fortuna de su padre y la malgasta en
muy poco tiempo. Le queda solamente un cofre
volador que lo lleva a Turquía en donde encuentra a una princesa encerrada en
un palacio. Sus padres la han aislado
del mundo para evitar que la profecía se cumpla, aquella que decía que ella
será muy infeliz al enamorarse. El hijo
del mercader usando su cofre volador llega a la torre y la visita. La conquista contándole historias. Le dice que sus ojos, “son los lagos más
bellos, profundos y obscuros en los que sus pensamientos flotan como
sirenas.” Para conseguir su mano, le
cuenta a la reina y al rey una historia sobre unos fósforos habitantes de una
cocina que conversan arrogantes con ollas, escobas y demás objetos defendiendo
su buena cuna:
“-¡Sí,
cuando nos hallábamos en la rama verde -decían- estábamos realmente en una rama
verde! Cada amanecer y cada atardecer teníamos té diamantino: era el rocío;
durante todo el día nos daba el sol, cuando no estaba nublado, y los pajarillos
nos contaban historias. Nos dábamos cuenta de que éramos ricos, pues los
árboles de fronda sólo van vestidos en verano; en cambio, nuestra familia lucía
su verde ropaje, lo mismo en verano que en invierno. Mas he aquí que se presentó
el leñador, la gran revolución, y nuestra familia se dispersó. El tronco fue
destinado a palo mayor de un barco de alto bordo, capaz de circunnavegar el
mundo si se le antojaba; las demás ramas pasaron a otros lugares, y a nosotros
nos ha sido asignada la misión de suministrar luz a la baja plebe; por eso, a
pesar de ser gente distinguida, hemos venido a parar a la cocina.”
Los reyes,
fascinados con el cuento, aceptaron conceder la mano de la princesa al hijo del
mercader. Antes de la boda, éste decide
usar su baúl para pintar el cielo con juegos pirotécnicos y termina quemándolo. Sin poder regresar a la alta torre, el
matrimonio no puede celebrarse quedando la princesa sola y triste esperando a
su trovador, quien no se dedica a vagar por el mundo contando historias.
Lindo cuento
que yo decido desafiar. Quiero creer que los hijos no malgastan la fortuna de
sus padres sino que la honran cuidándola.
Quiero convencerme de que las profecías tristes de las hadas madrinas no
se cumplen. Quiero que todos los cuentos
de la vida real tengan un final feliz y saber que las princesas no se quedan
solas en una torre esperando y obedeciendo las órdenes impuestas por sus padres. Quiero saber que las princesas construyen su propio
camino y que no hay torre alta ni puerta tan segura que impida que salgan a
recorrer el mundo para cumplir sus sueños. Quiero soñar con que las historias felices de
amores son más comunes y las excepciones son las que producen amarguras.
Me doy
cuenta de que con estas reflexiones solamente consigo matar la magia de
Andersen y convierto su mágico cuento de hadas en uno de autoayuda. Mejor olviden mis palabras y leanel cuento en http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/andersen/cofre.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario