lunes, 19 de marzo de 2012

El patito feo que se convirtió en el cisne de las letras danesas

Hans Christian Andersen nació en ese país de Europa del Norte que suena a palabras guturales como Vänö y Glänö y que está habitado por gente alta, blanca y rubia.  Dinamarca es un país que mira de frente a ese pedazo de continente escandinavo que cuelga del mapa como una gran nariz que husmea las Historias del sol que se cocinan en los países del sur.   Dinamarca comienza Una historia hace 250.000 años cuando cazadores nómadas exploraban la península de Jutlandia.  En el siglo séptimo una tribu proveniente de Suecia cruzó como La mariposa el estrecho de Kattegat que conecta el Mar Báltico con el Mar del Norte.  Llegó y se estableció en una época en la que los vikingos y otras tribus mantenían constante batalla con los clanes de Europa del Oeste para controlar el estratégico Mar del Norte.  El triángulo llamado Skagerrak que separa a Dinamarca de Noruega fue el campo de batallas navales que curtieron el temple de esa gente resistente al frío y a la inclemencia de los inviernos.  Hoy en día Dinamarca es un Un tramo de la sarta de perlas ya que es uno de los países más desarrollados del mundo que ofrece a sus habitantes un alto nivel de vida.

 Yo conozco a dos famosos daneses; al filósofo Søren Kierkegaard que el noruego Jostein Gaardner me presentó en su libro “El mundo de Sofía”.  La piedra filosofal de Kierkegaard se basó en la idea de la importancia de lo que él llamaba la “Verdad con V mayúscula”, es decir aquella inherente a cada individuo y por lo tanto valiosa para él.  Y el segundo danés que he tenido la suerte de conocer es mi amigo de la infancia, Hans Christian Andersen, quien es probablemente el contador de cuentos más conocido en el mundo con sus historias sobre Juan el bobo u Holger el danés.

 Andersen nació en Odense el 2 de abril de 1805 y fue bautizado en su misma casa el mismo día de su nacimiento. No recibió ningún regalo de los mortales, ni siquiera El libro de estampas del padrino; sin embargo yo creo que El hada del saúco estuvo presente y tocó con su varita la frente del niño sembrando en él la semilla de la imaginación.  De niño fue casi tan pobre como La pequeña vendedora de fósforos.  Su padre fue un zapatero de mala salud que murió antes de que Hans tuviera 12 años; de su madre no hay ningún registro en ninguna de sus biografías y supongo que Andersen le regaló una propia en su cuento Historia de una madre. En esos años Hans no fue a la escuela e invertía su tiempo en jugar con un teatro en miniatura donde seguramente imaginaba ya a los personajes que más tarde poblarían sus cuentos: El elfo del rosal, El príncipe malvado, El titiritero, La Reina de las Nieves, La Sirenita, El Ave Fénix o El duende de la tienda.

Cuando tenía catorce años se mudó a Copenhagen donde pasó hambre y privaciones. Incapaz de encontrar El chelín de plata decidió probar suerte en el teatro, cuyo director se convirtió en su tutor y en El ángel que lo envió a estudiar El abecedario.  En la escuela no fue muy bueno, no por ser El niño travieso, sino porque necesitaba más tiempo para aprender en comparación a sus compañeros.

Desde pequeño escribió poesía y yo pienso que desde esa época se fueron acumulando en su pecho, como en El nido de cisnes, las historias que publicaría al cumplir 30 años.  Sus cuentos tan simples y profundos empezaron a cautivar a sus compatriotas, a quienes no les tomó mucho tiempo aceptar lo bueno que era aquel Hans, tan pobre e infeliz en su infancia.  Siguió con voluntad y tenacidad La espinosa senda del honor y poco a poco fue ganando la fama que le dio reconocimiento y la posibilidad de viajar sin necesitar de El cofre volador.  Conoció así a gente famosa de su tiempo como Dickens y se dejó influenciar por Pluma y tintero de Göthe y de Shakespeare.

Hace menos de un año tuve la suerte de que mi peregrinación literaria me llevara a Copenhagen, ciudad pequeña y compacta en la que encontré justo en su centro, en la Rådhuspladsen (plaza de la alcaldía), al ‘Mundo Maravilloso de Hans-Christian Andersen’.  Se trata de una exhibición de figuras de cera que recrea los ambientes de trabajo de Andersen, mostrando los objetos que utilizaba y dando vida a sus cuentos con escenarios, música y narraciones.  Ese día lluvioso está Guardado en el corazón, y no olvidado.

Revivieron entonces mis recuerdos sobre el peso de su pluma en mi infancia y me di cuenta de que hace años no pensaba en ellos a pesar de que fueron mis compañeros de aventuras.  Vinieron a mi mente El soldadito de plomo, que se enamoró sin esperanza de la bailarina y La princesa del guisante, tan fina que, a pesar de los veinte colchones, no pudo conciliar el sueño.  Recordé como me divertía imaginar a aquel orgulloso monarca andando en la calle en paños menores en El traje nuevo del Emperador y al gigante que caía a tierra cuando fue cortado aquel gran árbol que llegó a las nubes gracias a Las habichuelas mágicas.

Andersen escribió tantos cuentos y de títulos tan diversos que he jugado con ellos, insertándolos en el texto.  Lo he hecho para recordarlos y para animarles a ustedes a que desempolven los libros de su infancia o corran a una librería o hagan clic en el link
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/andersen/hca.htm. Dependerá de ustedes ir comiéndolos de a poquito o devorarlos en una sola sentada; estoy segura de que los disfrutarán ahora y hasta Dentro de mil años.


Para conjurar la culpa que siento por haber abandonado a Andersen por tantos años, decido transcribir ciertos extractos de mis cuentos favoritos y así crear La gota de agua que desborde el vaso de sus ganas de volver a leer cuentos para niños.


Del cuento ‘La sirenita’:

“-Las hijas del aire tampoco tenemos un alma inmortal, pero con nuestros buenos acto podemos
crearnos una por nosotros mismas.  Nosotras volamos a los trópicos donde la gente es víctima
de los vientos calientes y pestilentes y llevamos brisas frescas. Nosotros propagamos el aroma de
las flores y traemos frescura y alivio con nuestra lluvia. Cuando hemos trabajado por trescientos
años haciendo todo el bien que hemos podido con nuestras fuerzas, nos ganamos un alma eterna
y disfrutamos de la felicidad eterna que goza el género humano.  Tú, pobre sirenita, has luchado
con todo tu corazón por nuestro mismo objetivo.  Has sufrido y soportado penas, elevando tu
espíritu al aire; y ahora, por tus buenas obras te has ganado un alma eterna.- La sirenita levantó
sus brazos transparentes hacia el dios sol y por primera vez de sus ojos brotaron lágrimas
humanas.”


Del cuento ‘El Ángel’:

“Cada vez que un niño bueno muere, un Ángel de Dios baja a la tierra, toma en sus brazos al niño muerto, despliega sus esplendorosas y blancas alas y vuela con él a todos los lugares que el niño amó cuando estaba vivo.”


Del cuento ‘La pequeña vendedora de fósforos’:

“ - ¡Abuela! - gimió la pequeña criatura. - ¡Oh, llévame contigo! ¡Yo sé que te desvanecerás cuando el fósforo se apague; te desvanecerás igual que la estufa caliente, el ganso delicioso y el hermoso árbol de Navidad! -  Apresuradamente prendió a la vez varias cerillas, porque quería conservar a su abuela a su lado.  La luz de los fósforos era más clara que el día. La abuela nunca se había visto tan grande y bella. Tomó a la pequeña niña en sus brazos y se elevaron en un halo de luz y alegría lejos, lejos de la tierra, donde no había más frio, ni hambre, ni dolor, a aquel sitio en donde estarían con Dios.”


Del cuento ‘Historia de una madre’:

“Entraron entonces en el gran invernadero de la Muerte, donde crecían árboles y flores mezclados en forma maravillosa. Habían preciosos jacintos bajo campanas de cristal y grandes peonías fuertes como árboles; y habían también plantas acuáticas, algunas lozanas, otras enfermizas. Serpientes de agua las rodeaban y cangrejos negros se agarraban a sus tallos. Crecían soberbias palmeras, robles y plátanos, y no faltaba el perejil ni tampoco el dulce tomillo; cada árbol y cada flor tenía su nombre, cada uno era una vida humana; la persona vivía aún: éste en la China, éste en Groenlandia o en cualquier otra parte del mundo. Habían grandes árboles plantados en macetas tan pequeñas y angostas, que parecían a punto de estallar; en cambio, se veían míseras florecillas emergiendo de una tierra grasa, cubierta de musgo todo alrededor.”

“Esta noche se han marchitado muchos árboles y flores; no tardará en venir la Muerte a trasplantarlos. Ya sabrás que cada persona tiene su propio árbol de la vida o su flor, según su naturaleza. Parecen plantas corrientes, pero en ellas palpita un corazón.”


Del cuento ‘El patito feo’:

“Se sentía muy tímido y escondió la cabeza bajo el ala; no sabía que pensar; era tan feliz y en él no había ni una pizca de orgullo.  Un corazón bondadoso nunca es orgulloso. Recordó los desprecios y humillaciones del pasado, mientras oía cómo todos decían ahora que era el más hermoso de los cisnes.’


Del cuento ‘El nido de cisnes’:

“Entre los mares Báltico y del Norte hay un antiguo nido de cisnes: se llama Dinamarca. En él nacieron y siguen naciendo cisnes que jamás morirán.”


Falmer Village, 18 de marzo del 2012

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